La Química Orgánica
Tradicionalmente, muchos autores coinciden en
denominar a la Química Orgánica como “La Ciencia que estudia las
estructuras, reacciones y síntesis de los compuestos del Carbono”. No
obstante, esta definición puede resultar algo imprecisa, ya que con el paso del
tiempo la clara y continua línea divisoria que surgiera inicialmente dividiendo
a la Química en dos ramas: Química Orgánica y Química Inorgánica, se ha
difuminado profundamente como consecuencia de las cada vez más frecuentes
interrelaciones mutuas. De hecho, hoy en día podemos hablar de una amplia zona
común en la que tanto químicos orgánicos como inorgánicos trabajan juntos.
Hasta la fecha se han sintetizado un número
muy elevado de compuestos orgánicos – unos 500.000 hacia 1940, varios millones
en la actualidad y el número crece exponencialmente con el número de años–
mucho mayor que el de los compuestos inorgánicos conocidos.
El campo actual de trabajo de la Química Orgánica
es muy vasto. Por un lado, resulta esencial para la comprensión de la vida y
sus procesos. Pero además, interviene en la elaboración de la mayoría de los
materiales importantes que el hombre fabrica y utiliza en su vida cotidiana,
como en el caso de los fármacos y medicamentos, o los materiales poliméricos
(plásticos, fibras, reinas, etc) a los que hemos acomodado nuestra existencia,
y sin los que difícilmente podríamos comprender nuestra vida actual. La
industria química utiliza como fuente natural de carbono el gas natural, el
petróleo o el propio carbón mineral. Sin embargo, la naturaleza es algo más
sofisticada, utilizando dióxido de carbono como materia prima para la
elaboración de las complejas unidades estructurales carbonadas de origen biológico,
a través de procesos fotosintéticos que darán origen en las plantas a las
primeras cadenas hidrocarbonadas, que a su vez, pasarán a formar parte de los
ciclos metabólicos de herbívoros y del propio hombre. La elucidación de estas
estructuras orgánicas de origen natural y el estudio de sus reacciones y
mecanismos de interconversión nos han permitido explicar adecuadamente las
transformaciones biogenéticas que ocurren en un ser vivo, así como la producción
y consumo de grasas, carbohidratos y proteínas que tiene lugar en nuestro
organismo.
La reproducción, el desarrollo y
envejecimiento, y la propia muerte de un ser vivo pueden ser considerados,
“científicamente hablando”, como simples transformaciones entre compuestos orgánicos,
que tienen lugar en unas condiciones de gran ordenación y complejidad. A pesar
de que el arte experimental de los químicos orgánicos ha desafiado los secretos
del conocimiento del comportamiento de los seres vivos, la naturaleza conserva
todavía muchas sutilezas, como la actividad bioquímica de las sustancias
naturales orgánicas, de cuyo mecanismo de actuación se conoce bien poco. Por
ejemplo, en el mecanismo desencadenante del comportamiento sexual de muchos
insectos, por la presencia de trazas –con frecuencia no superior a unas pocas
partes por millón– de feromonas cuya estructura es a veces tan simple como
desconcertante su efecto.
En la época actual, la
química orgánica lograra sintetizar gran variedad de compuestos naturales o
artificiales, para usos en la industria, en la medicina en el transporte, hasta
el punto que se han conseguido entre otras, la síntesis de sustancias tales
como la insulina, hormona secretada por el páncreas que regula el metabolismo
de los azucares, utilizada en el tratamiento de la diabetes. Se han sintetizado
además numerosos materiales plástico para diferentes usos y la primera vacuna
sintética, contra la malaria, elaborada por el médico Colombiano Manuel Elkin
Patarroyo y su equipo de colaboradores. Parte muy importante de la
investigación se dirige hoy en día hacia la síntesis de nuevos materiales con
propiedades específicas para solucionar problemas concretos y mejorar la
calidad de vida de la humanidad.
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